Ventajas de contar con una estrategia y de implementar una ruta estratégica empresarial
Es común, y ciertamente útil, que quienes dirigen los negocios se detengan a hacerse preguntas como éstas: ¿los socios de la compañía sienten en el corazón que están haciendo lo correcto con la empresa? ¿Lo que hoy hacen genera los ingresos suficientes para mantenerse? ¿La compañía tiene posibilidades de crecimiento? ¿Están explorando seriamente nuevos esquemas de negocio? ¿Tienen en cuenta nuevas tendencias y mejores prácticas?
Sólo las expediciones que siguen un mapa de ruta, visualizan el destino a llegar, prevén los obstáculos y tienen listas posibles soluciones pueden ciertamente llegar a buen puerto. Así en los viajes, como en el camino empresarial, la brújula consiste en tener una estrategia y seguir una planeación estratégica. Bien lo expresó Michael Porter, experto de la Escuela de negocios de Harvard: “Una estrategia es lograr situarse en una posición privilegiada para observar la totalidad de las cosas. Pero no existe una posición única e ideal. La esencia de la estrategia es escoger qué NO hacer.”
Estrategia es decidir contra quien queremos competir y cómo podremos ganar. Su definición más convencional es certera: una estrategia empresarial es el conjunto de medidas que una empresa instaura para conseguir sus objetivos corporativos. Pero no hay estrategia sin análisis del mercado y de la posición del negocio en la cancha de juego: quiénes y cómo son los clientes potenciales, quiénes somos nosotros como organización, cuáles son nuestras fortalezas y debilidades.
De esa mirada hacia adentro y hacia el entorno y el contexto parte todo el viaje, cuyo punto de partida es justamente definir el destino. Pero la estrategia no es el fin en sí mismo, sino el medio para llegar a ese fin que no es otro más que la creación de valor. Valor para el cliente (esencial), valor para el empleado (que es la empresa) y valor para el accionista (la última palabra). ¿En cuál de esas tres propuestas de valor se encuentra el éxito? En la combinación de las tres.
Sí, en la línea del Business Model generation de Osterwalder y Pigneur, es importante definir muy bien los cambios en los modelos de negocio de la manera adecuada, pero lo fundamental es implementarlos. Muchos planes se quedan en palabras o en letras, pero solamente la organización que trabaja en equipo hacia la misma dirección establecida, sobrepasando las dificultades del trayecto, alcanza sus metas. Una estrategia existosa, además, tiene en cuenta lo que hace a la empresa diferente a las demás y sus pasos deben poder medirse. Sólo mejora, aquello que se mide.
Otro elemento clave consiste en estar organizados, es decir, preparados y equipados para aprovechar las oportunidades y librar con inteligencia los obstáculos, un grupo de talento humano que emprende un viaje, como un ejército cuando iba a la guerra. Sin olvidar que quien no arriesga, no gana. La rentabilidad es directamente proporcional al riesgo. Las mejores estrategias están hechas de cambios e innovaciones, de renunciar a modelos viejos y caducos para probar otras alternativas para hacer las cosas.
Luego, se consolida la ruta en el plan de negocios. Allí quedan consignadas las metas, los proyectos concretos y el proceso en general para la marcha. De todos modos, sólo hay una clave para el éxito final: el seguimiento. Sí, observar siempre el camino, sus alrededores y retomar la ruta cuando hay algún desvío. La planeación estratégica no es un tema pasado de moda; es un asunto de liderazgo, enfocado y dirigido, al talento de personas. Es subirse al mismo barco para, gracias al aporte de cada uno, llegar a buen puerto.
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